No estamos solos...





Todas las imágenes son tomadas de internet y pertenecen a sus respectivos creadores.

domingo, 13 de mayo de 2018

¡Novedades!

Aquí les dejo las imágenes de los últimos sitios y revistas en los que he colaborado. Para acceder al material pueden clikear en las imágenes.



Participo con mi texto "Pesadilla"

https://mega.nz/#!RRYTVL5S!7IJrMQx_PLwlMwQ2Dz9fDqjdGMsr0f_Ys0n-k4WaP64



Participo con mi texto "Corazón de muñeca"

https://drive.google.com/file/d/1JAxJ-VFqgcWl2xodb1TWfx4X0mn-P7zE/view 



Participo con mi texto "Polvo estelar"

https://lektu.com/l/historias-pulp/revista-historias-pulp-2-alien/8855



Participo con mi texto "Isla de Ratas"

https://mega.nz/#!EYwyBDYD!MiqnHrw8Lv_Wxnyb5ZcHcdIVwuo9z5dgDytisNZDJVg 



Participo con mi texto "Sin tiempo para la humanidad"

https://historiaspulp.com/edicion-digital-y-gratuita-de-microrrelatos-un-mundo-bestial/ 



Participo con mi texto "Piedra mágica"

https://goo.gl/4qCWBu 



Participo con mi texto "El trabajo"

https://lak-berna.blogspot.com.uy/2017/12/patricia-k-olivera.html




Participo con mi texto "De paseo con Gabriel Ernesto"

http://elnarratorio.blogspot.com.uy/p/blog-page_57.html 



Participo en Ficción Científica con el texto: 

http://www.ficcioncientifica.com/books/view/historia-de-la-nueva-raza



Espero que visiten los sitios y disfruten de los textos.
En la barra lateral pueden encontrar todos los sitios y revistas en las que he colaborado hasta el momento.
¡Gracias!


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martes, 30 de enero de 2018

Lando Murpt y el nuevo orden

  
Eran las once de la noche. El complejo del área 51 lucía desierto, solo algunos guardias custodiaban el perímetro iluminado por focos potentes. Una luz se divisó en el cielo, y enseguida el sonido de un vehículo que se acercaba.
Lando Murpt descendió del helicóptero negro y se sujetó la gabardina para protegerse del viento producido por las astas. Se alisó el pelo, de un color artificial indefinido, antes de estrechar la mano del jefe mayor de las Fuerzas Armadas; lo cual acompaño con un gesto del rostro que intentó ser una sonrisa, pero solo logró darle a su expresión un aspecto extraño que se vio acentuado por el tostado exagerado que el solárium, o el maquillaje, conferían a su cara.
Ambos sujetos ingresaron a una barraca de grandes dimensiones. Tras ellos, las compuertas se deslizaron en silencio, como para reforzar la brecha que los separaba del resto de los seres humanos.
Dentro, en una oficina en semipenumbra, en torno a una mesa rectangular, aguardaban varios hombres y mujeres: los presidentes de grandes potencias industriales, y los cabecillas de las familias más ricas y poderosas de la Tierra.
—Buenas noches, damas y caballeros —saludó el jefe mayor con un rictus indefinido en el rostro, y una pose demasiado acartonada—. Esta reunión se pactó con mucha anterioridad, varios, muchos años atrás, porque sabíamos que nuestro momento llegaría. Solo era cuestión de tiempo, al fin tomaremos las riendas y empezará el proceso de colonización. —Los presentes escuchaban sin inmutarse—. Todas las acciones llevadas a cabo nos traen a este momento. Pero dejemos que Lando Murpt nos ponga al tanto de lo que sigue —dijo, haciéndole una seña para que continuara.
—Tenemos el poder definitivo. Mi asunción en las últimas horas a uno de los sillones presidenciales más poderosos sobre la Tierra ha marcado el regreso al modelo que Adolf estuvo a punto de instaurar, el que nos acercaría a la invasión. Pero en esta oportunidad, no nos detendremos hasta dominar cada punto del planeta. Es cierto que tenemos opositores, rebeldes que saben quiénes somos y que están diseminados por el mundo dando pelea a nuestra ideología de terror, opresión y muerte, pero somos más fuertes y poderosos que ellos. Lo lograremos, de forma solapada como lo estamos haciendo, haremos del ser humano un esclavo ejemplar y nos adueñaremos de este planeta, al igual que hicimos con las otras colonias. Tenemos que continuar la »distracción, el bombardeo con información falsa, incentivar el consumismo y el escapismo. Ya nadie puede sustraerse a nuestro dominio, llevamos décadas implantando microchips a través de las vacunas salvadoras. Sin embargo, aún tenemos que luchar contra quienes se resisten a recibir esos «regalos» del gobierno; unos alegando que no son naturales y otros, por supuesto, ya saben que estamos aquí y eligieron el otro bando.
El tiempo apremia, debemos actuar antes de que cada vez sean más los humanos que despierten. A nosotros, ya nos está siendo difícil aparentar ser y lucir como no somos. La gente que nos percibe, no se deja engañar por lentes de contacto ni por peluquines.
No podemos perder más tiempo, la facción rebelde está en la Tierra casi desde el mismo tiempo que nosotros, y gana cada día más adeptos humanos. Los siguientes pasos requieren de más muros, más pobreza, más hambre, más enfermedades, más contaminación, más guerras, odio y violencia. Y así… la Tierra nos pertenecerá…

Sin decir una palabra más, la reunión se dio por finalizada y los asistentes se dispersaron sin mirarse. Afuera, varios helicópteros aguardaban. Antes de salir a dar otra tan cuestionada conferencia de prensa, el presidente Lando Murpt se acomoda la corbata y el lente de contacto que se ha deslizado hacía un lado del ojo bífido. Él está allí, ocupando ese lugar, porque todo se arregló de acuerdo a lo planeado.
Alrededor del mundo, en el corazón de algunos centros urbanos el ciudadano común protesta con pancartas, y se moviliza pacíficamente por el ser humano, los animales y el planeta. En otras regiones, las guerras, el hambre y la muerte son los principales aliados que inclinan la balanza hacía la hegemonía mundial extraterrestre.



Este texto se encuentra publicado en el sitio NGC3660

https://ngc3660.com/lando-murpt/


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martes, 23 de enero de 2018

A propósito del perro…



 El viejo Ted llevaba horas buscando algún ciervo, pero nevaba mucho ese día, así que ni los zorros andaban cerca. Continuó caminando, con el rifle colgado del hombro. Avanzaba con dificultad, sus pies se hundían en la nieve y ni las botas térmicas lograban aislar el frío helado de la nieve. Cada cierto tiempo, una ventisca de nieve le obstruía la visión, lo empapaba y le hacía más difícil desplazarse.
Un disparo sonó a lo lejos. El viejo Ted se detuvo y aguzó el oído, pero todo siguió en silencio.
—Esos locos de la base científica otra vez. ¡Qué manera de malgastar el dinero que nos quita el gobierno! —murmuró irritado.
Estaba acostumbrado a la soledad, vivía en el medio de la nada justamente porque no le importaba socializar, pero, desde que la base fue instalada para fines científicos, las cosas habían cambiado. Los científicos eran gente rara, y vuelta y media se topaba con alguno de ellos, ya fuera porque recolectaban muestras de vaya uno a saber qué o porque paseaban a los perros que convivían con ellos, o porque simplemente salían a estirar las piernas sin importar si el tiempo lo permitía. El viejo Ted los miraba con cara de pocos amigos, a lo que ellos respondían con un saludo amistoso, aun sabiendo que no recibirían una devolución cortés de su parte.
Un helicóptero pasó volando bajo, al parecer llevaba mucha prisa. El viejo se detuvo y miró al cielo, cubriéndose el rostro de la nieve que las aspas levantaban a su paso. Alcanzó a ver a dos ocupantes: el piloto y un acompañante en la parte trasera, este último oteaba el territorio con un largavistas. El viejo chasqueó la lengua y continuó su recorrido, al igual que el aparato.
Habían pasado unos minutos, cuando nuevamente oyó un disparo lejano, seguido por el ladrido lastimero de un perro. El viejo corrió en la dirección en la que calculó que el animal estaría caído, indignado, furioso de que esta gente ahora utilizara a los perros de blanco para pasar el rato y divertirse. El helicóptero volvió a pasar veloz sobre él, en dirección a la base. El hombre anduvo un buen trecho casi corriendo, se detuvo para tomar un respiro, resoplando debido al esfuerzo. «Ya no estoy para estos trotes», pensó. Respiró hondo y comió un poco de nieve para quitarse la sed.
El quejido lastimero del perro le llegó de alguna parte, continuó y unos metros más adelante, en un recodo del sendero plagado de pinos, muchos escondidos a causa de la nieve, distinguió el rastro carmesí, que resaltaba sobre tanto blanco, y enseguida se dio de lleno con el cuerpo de uno de los perros de la base. El animal yacía de costado y se quejaba muy débilmente. El viejo Ted se apresuró a darle un poco de nieve.
El perro tenía el lomo manchado de sangre, y respiraba con dificultad. El hombre intentó vendar la herida, ayudándose con el pequeño botiquín que siempre llevaba encima, pero en el momento en que iba a proceder, el perro sufrió un convulsión. Mientras intentaba estabilizarlo, algo comenzó a moverse bajo la piel del perro. Se apartó de inmediato. El perro continuaba temblando, mientras lo observaba fijamente. Ted tenía experiencia, sabía cómo lucían los ojos de un animal muerto, de cualquier animal; y ese perro ya estaba muerto.
Un mal presentimiento lo alertó, su mente dedujo con celeridad lo que el helicóptero de la base pretendía: por algo los científicos perseguían al perro con tanta insistencia para dispararle. Ante sus ojos, el cuerpo del perro comenzó a desgarrarse, a abrirse en surcos, haciendo saltar carne y sangre en abundancia, así como una sustancia negra y espesa que se movía con voluntad propia, mientras un sonido extraño y aterrador salía del animal. Unos apéndices espeluznantes, del color del pelaje del perro y de forma indefinida, emergieron veloces del interior de lo que quedó de este, y comenzaron a extenderse hacía todas direcciones, como buscando algo a lo que agarrarse, en tanto tomaba distintas formas segundo a segundo.
Cuando el viejo Ted reaccionó y se giró para correr, uno de los apéndices lo alcanzó por la espalda. El viejo cayó, emitiendo unos alaridos escalofriantes, al tiempo que esa cosa se fusionaba con su cuerpo y tomaba su aspecto, como antes lo hizo con el perro, y se introducía en él por completo. El cuerpo quedó inmóvil por unos minutos, hasta que el viejo despertó boqueando y se incorporó con dificultad.
—¡Vaya! Creo que me quedé dormido —murmuró, arrastrando las palabras, mientras se acomodaba la correa del rifle en el hombro y caminaba tambaleándose en dirección a la base científica…




Este texto forma parte del primer número de la revista Historias Pulp


https://lektu.com/l/historias-pulp/revista-historias-pulp-1-la-cosa/7110


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